Querido abuelo:
Como te prometí, continuo en la lucha para conseguir verdad, justicia y
reparación para todas las víctimas del franquismo. No es fácil: os quieren continuar
condenando al silencio, al ostracismo, a lo meramente personal y familiar.
Quieren que se olvide las razones de vuestra lucha. Quieren que continúes
siendo el “innombrable”, como bien decía en mi prólogo del libro sobre la
represión franquista en Parres y Cangas de Onís.
Hay una campaña para que se abran las fosas que proliferan por todas las
cunetas y barrancos de España, abuelo. ¡Qué vergüenza: somos el único país
europeo que sigue teniendo fosas comunes en el olvido! El problema, abuelo, es
que pretenden que lo hagan entidades privadas, asociaciones, quienes lo
realicen y quieren que se haga sin que el estado asuma su responsabilidad.
Los crímenes del franquismo, al contrario que el de otros países de nuestro
entorno, nunca se han investigado. En un principio no se hizo por motivos
obvios, pero con la transición y la ley de amnistía se volvió a perder una
nueva oportunidad de juzgar a los verdugos y reparar a las víctimas. Pero ¿por
qué no se hace hoy?
Abuelo, yo siempre he tenido claro que prefiero que tus restos
descansen en el mismo lugar en el que fuiste asesinado. Allí, en sobrepiedra.
Desde luego, estaría muy a favor de que un Juez viniera y exhumase vuestros cuerpos,
le hiciera las pruebas forenses pertinentes
-incluido el ADN-, se investigase y condenase, si vivieran, a los asesinos y
sus inductores, y después, ya identificados los cuerpos, se os enterrase en el
mismo lugar, en unas condiciones dignas. Eso me parece bastante mejor que
llevarse los huesos a un nicho familiar y “esconderlos” allí para siempre.
Vuestras tumbas deben ser un grito, una denuncia, el recuerdo de lo que jamás
debemos permitir que vuelva a ocurrir.
Es muy legítimo que otras
familias quieran recuperar los restos de sus deudos y enterrarlos junto al
resto de su familia, no pretende imponerle a nadie mi forma de entender la
memoria, no obstante, esto, abuelo, genera varios problemas:
– En
primer lugar: “Excavar es destruir”, si se trata de una fosa común y
como sociedad queremos denunciar los crímenes cometidos por el franquismo, al
excavarla estamos acabando con la posibilidad de denunciar los crímenes allí
enterrados.
La legislación forense en vigor,
abuelo, dispone que cuando aparezca un cadáver nadie debe tocarlo hasta que
llegue un forense judicial. Algo que no suele hacerse en las excavaciones de
las fosas de la represión franquista, que, en el mejor de los casos, serán
excavadas como si de una tumba medieval se trataran. Pero los delitos
contra la humanidad, abuelo, no prescriben y los asesinatos ahí cometidos nunca se han
investigado, por lo tanto, no procede desenterrar los restos como un yacimiento
arqueológico, sino como una fosa donde se ha cometido un delito de lesa
humanidad.
– Una vez que los restos han sido
desenterrados ilegalmente, ya no hay vuelta atrás. La fosa ya ha sido
destruida para siempre. El día de mañana podrán decir que el franquismo nunca
ordenó enterrar personas en las cunetas, porque dichas fosas ya no existirán. Esta
posibilidad probatoria se elimina cuando lo que se realiza es un
desenterramiento ilegal. ¿Vas
entendiendo por dónde van los tiros?
– Cuando hablamos de fosas,
abuelo, estamos hablando de crímenes, en concreto de los más graves crímenes
que un estado puede cometer en cualquier sociedad o país, es decir, de crímenes
de guerra, contra la paz y de lesa humanidad. La exhumación e identificación de víctimas, siguiendo lo dispuesto
por el Auto del Tribunal Supremo de 28 de marzo de 2012, corresponde a los
Juzgados de instrucción de los lugares donde ocurrieron presuntamente los
hechos.
Parece entonces obvio, abuelo,
que las exhumaciones deben realizarse siguiendo procedimientos acordes con el
derecho internacional de derechos humanos, es decir, han
de realizarse en el marco de un procedimiento judicial válido, con
todas las garantías. La administración local, central o autonómica, las
asociaciones, etc podrán auxiliar a la administración judicial, pero jamás
suplantarla (en un estado de derecho).
Es legítimo, abuelo, que las
familias de las víctimas queramos conocer los hechos, saber qué ocurrió con
nuestro deudo e intentar paliar el daño ocasionado por tener sus restos
inhumados en un lugar desconocido por la familia, pasándose más de 70 años sin
un lugar al que ir cuando queremos recordar a nuestro familiar. También es
legítimo que las familias podamos conocer las circunstancias que rodearon los
últimos años de vida de nuestro familiar y las circunstancias de su muerte. Por
estos motivos sería lógico exigir que un estado de derecho que ponga al servicio de los familiares los
medios necesarios para poder acceder a esa información
Cuando se hace una exhumación por
entidades privadas se está acabando con la posibilidad de investigar los
crímenes contra la humanidad y el franquismo estará ganando una nueva batalla. No sólo asesinó al familiar cuyos restos
buscamos, sino que, al desenterrarlo al margen de la justicia, el
nacional-catolicismo, abuelo, vuelve a ganar sobre la memoria del difunto, cuyo
crimen quedará por siempre impune.
Entonces, ¿por qué las víctimas
del franquismo habéis de tener un tratamiento, distinto a cualquier otra
persona? ¿Por qué se os niega vuestro derecho a que los crímenes de los que
sois víctimas sean investigados judicialmente, y en su caso, sus victimarios sean
enjuiciados y condenados por los crímenes cometidos?
Las exhumaciones de fosas del
franquismo, abuelo, han sido ampliamente difundidas por los medios y han
contado además con la mayor parte de la financiación que, desde Moncloa, se
distribuyó para estos fines “memorialísticos”. De esta forma los
desenterramientos ilegales se han convertido en el eje central que ha permitido
la ocultación de la cuestión de fondo, esto es, el reconocimiento jurídico de
las víctimas. Cuando el actual sistema que nos gobierna, impulsa las
exhumaciones privadas, su único objetivo es seguir manteniendo el actual
sistema de impunidad, negando para siempre el derecho de las víctimas a la
verdad, a la justicia y a la reparación.
Para acabar con la impunidad
únicamente hay una vía: una ley emanada del Parlamento español, que condene
jurídicamente ilegales el régimen franquista, sus leyes represivas y sus
tribunales, y que declare nulas de pleno derecho sus sentencias.
Lo demás, abuelo, es seguir en su
empeño de manteneros en vuestra condición de “innombrables”. Quieren
negaros los principios de “verdad, justicia y reparación”. Prefieren que se os esconda, avergonzados,
como ya se hacía durante el franquismo, donde el silencio y la vergüenza eran
la única posibilidad de supervivencia: hacer gala de familiar de una víctima
podía pagarse muy caro y el silencio era una forma de proteger a los niños de
aquellos tiempos de más represalias.
Sé que hay mucha gente, abuelo,
que reivindica de buena fe las exhumaciones de las fosas, sin ser conscientes
de lo que ello significa. Pero también sé que muchos otros lo hacen desde el
interés en cerrar un “capítulo incómodo” para la biografía familiar y para el
“pedigree” de demócrata que ahora tantos se arrogan. Tan fino, abuelo, que una
leve brisa lo hace desaparecer.
No quiero pensar -o prefiero no
pensarlo- que algunos puedan hacerlo por el mero interés crematístico, por más
que la caza de subvenciones sea uno de los deportes en boga en esta nueva
España que se erigió sobre el olvido de vuestros huesos y vuestra memoria
. Espero no equivocarme.
Lo que si te prometo, abuelo, es que yo continuaré reivindicando
porque obtengas verdad, justicia y reparación. Continuaré velando porque se
conozca que fuiste asesinado por tus ideales y que unos fascistas se levantaron
contra el Régimen Democrático Republicano que tú defendías y por unos valores
de solidaridad para toda la humanidad y de justicia social. Que dichos
golpistas, los “matones” de los privilegiados, se dispusieron no sólo a acabar
con el, sino que quisieron acabar con dichos ideales, asesinando a todos
aquellos que los defendían.
Lamentablemente, abuelo, lo que
creíamos a la llegada de una nueva democracia para nuestro país, sólo fue un
engaño para perpetuar en el poder a quienes instigaron a vuestros asesinos. Por
eso os siguen condenando a la “innombrabilidad”. No lo permitiré, abuelo. No
cejaré en la lucha. Para ello, tendrían que meterme a mi también en otra fosa
común.
Voy a hacer que hasta el viento
les susurre tu nombre a tus asesinos. Quizá no a los ejecutores, que ya están
muertos, pero si a sus instigadores. Te lo juro. Una vez más.
Ruben Norniella, Arriondas 7 de marzo de 2017.
( Texto leído durante el Acto por el Presidente de la Asociación Republicana, Manuel Medina Fernández y obtenido de nuestros compañeros de FAMYR)
http://www.memoriayrepublica.org/?p=5218
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